Zenit Campeón

No se puede decir que no ganara el mejor. El Zenit no fue tan eficiente como otras noches pero desplegó sobre el césped de Manchester su juego sosegado de toque y profundidad (2-0). Le costó más que de costumbre delante de un Rangers capaz de maniatar a cualquiera pero quizá demasiado primitivo y reservón como para ganar. Los escoceses, atronadores como una galerna durante todo el encuentro, se fueron a casa a dormirla con lágrimas en los ojos.
El choque no se apartó demasiado del guión. Los dos sabían muy bien a qué habían venido. Los rusos, a masticar con denuedo la pelota en interminables posesiones. Los escoceses, a plantar una doble muralla frente a su portería. Los dos lograron en cierto modo sus propósitos aunque sólo en parte. Porque ni uno ni otro llegaban con peligro a puerta.

El Zenit trenzaba el balón en un rondo sin profundidad y casi siempre inútil y el Rangers se estiraba esporádicamente, siempre a resultas de algún rechace o alguna pérdida de balón en el medio campo. Esto no quiere decir que no hubiera ocasiones. Las hubo, aunque no demasiadas, durante la primera parte. La mayoría en la portería del Zenit aunque inofensivas.

La primera fue en cambio del Rangers, en una jugada venenosa entre Darcheville y Ferguson. En la otra puerta había mucho toque pero poca movilidad. El Zenit jugaba un fútbol vistoso y ofensivo, pero le faltaban malas intenciones en los últimos metros. Los laterales se desplegaban como si fueran extremos aprovechando la inoperancia del mediocampo escocés, pero sus compañeros no se servían de ellos para abrir por las bandas el fortín del área rival.

No hay que endosárselo todo al bloqueo ruso. Si el Zenit no fue más certero durante el primer tiempo fue también por la solidez defensiva del Rangers, que no había recibido un solo gol en la UEFA lejos del Ibox. En parte también gracias al temple y a la clase de Cuéllar, que llegó en otoño del Osasuna y que se ha convertido en un imprescindible en el once inicial.

Dominadores del mediocampo pero incapaces de entrar en la cueva, los rusos se abandonaron antes del descanso a los disparos desde fuera del área, que detenía como a cámara lenta Alexander, héroe en los penaltis contra la Florentina.

El segundo tiempo empezó de manera diferente. Los de Advocaat cambiaron balón por mordiente y la final se convirtió en un partido más abierto. Quién sabe si fue una artimaña del estratega holandés. El caso es que funcionó porque el Rangers salió de la madriguera, se estiró y dejó espacios de los que los rusos pronto iban a echar mano.

Los escoceses tuvieron el empate en una doble ocasión de Darcheville pero fue Denisov quién deshizo el empate en una pared perfecta con Arshavin, el mejor de su equipo. El tiro de gracia lo dio Zyrianov en el descuento y los escoceses despidieron a los suyos gritando tanto como si hubieran ganado.

FUENTE: ELMUNDO.ES